Entre dunas infinitas y cielos que callan, las historias no se cuentan: se sobreviven.
Romance y Arenas es un viaje al corazón de un imperio olvidado, donde la lealtad pesa más que el oro y el amor se fragua en el silencio y la aspereza del desierto.
Badugise y sus compañeras no buscan gloria: buscan sobrevivir en un mundo donde el viento borra los nombres, pero no las cicatrices.
Arena, piel y música tejidas en una historia de deseo contenido y caminos duros.
Para quienes buscan más que amor: buscan memorias grabadas en arena.
El Silencio Después del Grito
La tormenta llegó sin anunciarse.
Las dunas, que hasta esa tarde parecían dormidas bajo el sol oblicuo, se alzaron como bestias despiertas.
El viento, primero susurro, se convirtió en un aullido áspero, y la arena golpeó puertas y paredes con una furia que hacía temblar las vigas de palma seca.
En la aldea, nadie preguntaba cuándo pasaría.
Sabían que, como todo en Kash, las tormentas obedecían a ritmos que los hombres nunca entenderían.
Se limitaban a cerrar puertas, a atar con sogas los techos débiles, a rezar en voz baja a los espíritus viejos, esos que aún recordaban los nombres verdaderos de las cosas.
En una choza apartada, al borde del palmar más antiguo, una mujer sudaba y gritaba.
No había comadrona, ni remedio, ni mano que pudiera asistirla, salvo las suyas propias.
El esposo estaba lejos, en tierras de trueque.
Solo ella, su aliento cortado, y la criatura que buscaba nacer en medio del caos.
Fuera, sentado en el polvo junto al umbral, estaba el oráculo.
Un hombre pequeño, curvado por los años, con ojos que parecían no mirar nada y lo veían todo.
Había llegado con el primer rugido del viento, envuelto en un manto deshilachado que apenas le cubría el cuerpo huesudo.
Nadie le había llamado.
Nadie se atrevió a echarlo.
Las horas pasaron lentas, arrastrándose como serpientes heridas.
El viento parecía arrancar la piel misma de la aldea.
La arena se metía por las rendijas, silbando entre las maderas secas.
Y entonces ocurrió.
El grito.
Primero pequeño, ronco, como el quejido de un animal recién nacido.
Luego un llanto pleno, vivo, feroz.
Al instante, el viento cayó.
Las palmas dejaron de agitarse.
La arena, suspendida en el aire como un mar detenido, descendió con lentitud.
La aldea entera quedó atrapada en un silencio espeso, un silencio que no prometía paz, sino presagio.
El oráculo inclinó apenas la cabeza.
Los labios agrietados se movieron en un susurro que nadie oyó.
Dentro de la choza, la madre sostiene al niño contra su pecho, temblando, incapaz de levantarse.
Afuera, bajo un cielo sin luna, las estrellas brillaban más frías que nunca.
La tormenta había pasado.
«Entre silencios y memorias, la vida encuentra su voz.» DEL MÁS ACÁ es un viaje por la memoria, la tierra y los afectos. Carlos, entre ausencias y reencuentros, descubre que la vida verdadera se mide en silencios compartidos y raíces invisibles. Una historia íntima donde lo cotidiano y lo espiritual se abrazan sin ruido. No todos los viajes son de ida: algunos regresos nos reconstruyen. el autor entrega en estas páginas un canto sereno a la vida sencilla y al peso leve de la memoria.
Capítulo 1: El Último Cemento
Un hombre de hombros anchos y ojos que han aprendido a callar. Cuando camina, parece que el suelo lo reconoce, como si ya lo hubiese pisado antes mil veces. No tiene prisa, no tiene miedo. Su barriga es testimonio de los años en que la fuerza fue su herramienta y la comida, una recompensa, no un lujo. Sus manos son gruesas, curtidas, con dedos más hechos para cargar sacos que para escribir palabras. Pero lo ha hecho. Ha cargado sacos y ha escrito palabras. Ha vivido con los pies en el barro y la cabeza entre pensamientos que nadie sospecha.
Esa mañana, como tantas otras, estaba con su padre mezclando cemento a pura pala, como se hace cuando la dignidad aún no permite pedir ayuda. El viejo, de ochenta y seis años, se movía lento pero firme. El hijo, ya de vuelta de medio mundo, sudaba bajo el sol de siempre. Era una escena común, repetida, casi ancestral. Hasta que el cuerpo de Carlos, que siempre había sido su fiel compañero, decidió traicionarlo.
Primero fue el sudor frío. Luego, un escalofrío punzante que no venía del aire, sino de adentro. No hubo tiempo para discursos ni para gestos dramáticos. Solo alcanzó a decir, con voz apenas firme:
—Llama a mi mujer.
Sabía lo que venía. Lo supo como se saben las verdades que no se han dicho, pero que arden por dentro.
Su padre, el mismo que le enseñó a no temerle a nada salvo a la mentira, llamó a gritos a la mujer que había compartido con Carlos tantos años. Médica. Recién operada. Apenas tres días antes había salido de una cirugía. Y, aun así, cuando lo vio caer sobre la mezcla, sin pulso y sin presión, no dudó. Lo trajo de vuelta con amor y con furia. Le gritó su nombre una y otra vez, golpeándole el pecho con las manos de quien ha salvado vidas, pero jamás la que más ama.
Carlos, mientras tanto, soñaba. Y en el sueño todo era calidez, silencio, comprensión. No quería volver.
Volvió por los gritos. Por el llanto de su hija. Por la voz de su padre que decía con rabia:
—¡Tú no te vas antes que yo, carajo!
Despertó bañado en mezcla, en sudor, en orina. Se había cagado, y en una certeza brutal: había cruzado. Y había vuelto.
¿Un libro escrito desde el baño? Si.
¿Un escritor que no sabía usar Word ni Kindle Create y terminó publicando? También.
¿Risas, verdades crudas, café a las tres de la mañana y una selfie que voló desde un inodoro a Bélgica? Aquí está todo eso.
Leonardo Castro Quiveiro , artesano, casi calvo con dignidad y padre de familia rodeado de gallinas y pastores alemanes, cuenta —entre café frío, teclados que no cooperan y pasta de dientes como pegamento— la historia real de cómo publicó su primer libro. Con honestidad brutal, humor desvergonzado y estilo propio, este libro es más que una anécdota: es una cachetada poética a la vergüenza, a la tecnología, y a todos los que dicen que no se puede. También a los que, en pleno siglo XXI, siguen pidiendo boletas impresas para probar una dirección
Epílogo fuera del baño (pero aún con papel en mano)
Todo esto empezó como empiezan las cosas que nadie planea: con un libro escrito entre gallinas, frío y teclas torpes. Terminé publicando desde el baño, creyendo que con hacer clic en “publicar” ya estaría resuelto todo lo que no fuera escribir. Y quizás, con algo de suerte, caería alguna moneda para el café amargo que endulza el alma mientras uno escribe.
Pero si no me sucedieran las cosas que me suceden, no tendría nada que escribir. Así que, poco tiempo después, recibí un correo de Wise: malas noticias. Pero ya no estaba de ánimo para escribirles un segundo libro.
Así que, con la buena cara que se le pone al mal tiempo, me puse a ver videos de HTML y PHP. A fin de cuentas, aún seguía sin morirme.
Entonces entendí: mi historia no era solo un libro. Era la razón por la cual tenía que crear mi sitio web. No para vender, sino para existir sin pedir permiso.
Por eso estás aquí, lector. Por eso este sitio. Quizás algún día ponga un botón para que, si te nace, me convides un café. Pero si no puedes o no quieres, no importa: con que leas, ya es suficiente. Eso vale más que cualquier royalty digital.
Gracias por no dejarme solo en el baño.
—Leonardo Castro Quiveiro