Café, bosones y materia oscura
(pieza breve en dos actos)
Primero café, luego existo.
Entre la matemática que hemos ajustado a nuestro universo euclidiano y la materia oscura que sabemos que está pero no entendemos, mi mente explota.
Mi dios es el de Spinoza, así que me permito escribir e imaginar tonterías sin culpa… hasta que suena el teléfono y escucho la voz de mi mujer:
—¡Ya voy en camino!
Ay, caramba… ni arroz tengo hecho.
Ahí paso de la filosofía a la estrategia culinaria.
Si logro que la cena le arranque un “ummm”, quizá como premio me ayude a lavar los platos y me regale un beso.
Si no, además de lavar los platos y recibir medio beso, tendré que hacer el mejor café del mundo.
Pero el café siempre salva, amargo para que endulce el alma.
De mis raíces ya quedan pocas de las originales, pero la del café es la más firme.
Dicen que mi primera palabra no fue “mamá” ni “papá”. Fue “café”.
Primero bebo café.
Luego existo.
(Se cierra el telón)
Acto dos (se abre el cansado telón)
Platos lavados, un poco de vida familiar… y me retiro a mi zona de confort.
Empiezo a leer, a ver algún video, a escuchar charlas de Santaolalla, y de pronto me descubro sumando recuerdos de los diez años que trabajé en la zona de Atacama, donde los cielos cortan el aliento y empujan la imaginación hasta el límite, mientras te hacen sentir tan diminuto como una hormiga mirando el mar.
Entre un documental sobre materia oscura y otro sobre el bosón de Higgs, mi cerebro hizo clic… o mejor dicho, boom.
Pienso: si la materia oscura está en todas partes y el bosón de Higgs es la partícula divina… entonces todo es parte de todo.
No puedo evitar imaginar a Spinoza riéndose de los que, con tanta tecnología y facilidades, todavía temen pensar.
Y ahí, sin telescopios ni aceleradores de partículas, sentado con un café amargo, llego a la conclusión más peligrosa de mi carrera de aficionado:
Si Dios existe, está hecho de materia oscura… es materia oscura… y se mueve como un bosón.
Con mucho cuidado dejo la taza en la mesa y me digo: “mañana comienzo a investigar sobre fantasía, mejor escribo sobre ogros malos y elfos buenos”.
No sé si fue la cafeína o la arrogancia de un hombre que ha visto demasiadas estrellas, pero me quedé mirando la taza como si fuera un agujero negro personal.
Pensé que quizá el universo entero estaba ahí dentro, girando despacio… y que si me lo bebía de golpe podía entenderlo todo… o quedarme sin dormir tres noches seguidas.
Entre la tentación y el miedo, opté por lo seguro: bebí un sorbo, sonreí y me prometí guardar mi teoría para otro día.
Aunque claro… ya era tarde.
La mente, una vez que explota, no se recoge.
(Se cae el telón… y me vira la taza medio vacía encima)